Leyendas de mi pueblo:
San Francisco de Asís nos cuida
(Recopiló Rene Rodriguez Vasquez)
Durante la “Guerra” de los cristeros a mediados de los años veintes, siendo presidente de México don Plutarco Elías Calles, la situación entre gobierno – iglesia, era de persecución, la gente en Atizapán no fue diferente al trato del gobierno en relación al resto del país, la persecución fue de todo aquello que sonara a religión.
Todo parece indicar que en este tiempo los dueños del Rancho “San Miguel Chiluca” o “Purísima Concepción” destruyeron la capilla que había en esa propiedad para evitar conflictos con el gobierno.
En una leyenda recogida en esta ciudad, se nos menciona que por las tardes cuando llovía, “San Francisco” bajaba del altar y salía a lo largo y ancho de las calles y pueblo de Atizapán, este recorrido era para proteger a la gente católica de este lugar y no tuviera problemas con el supremo gobierno, además de “echar un vistazo” a las cosechas que se desarrollaban en forma normal.
San Francisco caminaba a la hora que quería o cuando sospechaba que habría problemas y ya resueltos los problemas, regresaba a su casa, en la iglesia de San Francisco a ocupar su lugar. Cuando llegaba siempre dejaba algunas huellas de sus pies y quien hacía la limpieza le veía los pies llenos de lodo. En alguna ocasión dicen que salió a hacer su recorrido como siempre, por las viejas calles de tierra y empedradas de Atizapán, caminaba sin prisa por lugares llenos de ramas, se deslizaba sin hacer ruido, tomó rumbo al cerro del tejocote o Tecajete o cerro grande como quieran llamarle, justo arriba de donde esta la colonia México Nuevo, solo que en esta salida andaban los “pelones” o fuerza federales caminaban en persecución de un grupo de gentes de la religión católica establecidos en el “Rancho del Charro” (después México Nuevo), “ahí se esconden”, les dijeron a los federales. Dice la leyenda que ya casi los habían localizado, pero vieron que una figura con hábito caminaba cerro arriba, mientras mas rápido caminaban los soldados, mas se alejaba la figura, hasta llegar a la punta del cerro, desesperados de no poder alcanzarlo, los soldados empezaron a disparar con sus rifles, vieron que la figura no se movía y se fue desvaneciendo paulatinamente hasta que desapareció, esto fue aprovechado por el grupo de católicos para huir salvándose de una muerte segura.
Quien hacía la limpieza de la iglesia y de la misma imagen vio como le faltó un dedo a “San Francisco”, dicen que uno de los disparos se lo tiró, aun hoy en día ese detalle esta en la imagen. (Relato de Pancho Zaragoza). Atizapán centro