La Basílica de San Pablo Extramuros
La Basílica de San Pablo Extramuros es, después de San Pedro, la iglesia más grande de Roma. Imponente y monumental, se destaca más aún por el amplio espacio que la separa de los edificios circundantes. Surgió en la primera mitad del siglo IV por voluntad del emperador Constantino, en el lugar que la tradición indica como la tumba del Apóstol Pablo.
Aquí cada año se clausura solemnemente -el 25 de enero, día de la conversión de san Pablo- la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
Ubicación: en la romana vía Ostiense. Fuera de las murallas de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro y cerca de "Las tres fontana", donde San Pablo fue martirizado.
Desde siempre, esta Basílica fue meta incesante de fieles y peregrinos provenientes de todas partes del mundo, para venerar al "Apóstol de los gentiles", que con su palabra y sus escritos contribuyó - en los primeros años de vida de la Iglesia- a la difusión del mensaje cristiano en modo determinante. A fines del primer Año Santo del 1300, fue incluida en el itinerario jubilar para obtener las indulgencias. La Basílica quedó prácticamente intacta en su aspecto extraordinariamente sugestivo de templo patriarcal paleocristiano, hasta inicios del siglo XIX. En 1823 fue destruida casi completamente por un terrible incendio, provocado por el descuido de los vigilantes en la restauración del techo. A León XIII le tocó la ardua tarea de iniciar la reconstrucción de la Basílica. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir". Los trabajos continuaron activamente bajo el pontificado de Pío IX que el 10 de diciembre de 1854 consagró la nueva Basílica.
La entrada a la Basílica de San Pablo se hace hoy como antiguamente, a través de un atrio precedido por un jardín. El atrio con sus 70 metros de lado y sus 150 columnas, es más solemne y amplio. En el jardín, entre flores y palmeras, se destaca la estatua de un San Pablo severo, obra de José Obici. El apóstol tiene en una mano la espada, símbolo de su martirio, y en la otra mano el libro que subraya su actividad de mensajero de la Palabra de Dios, escrita y proclamada. Pablo es el apóstol al que en modo especial se debe la difusión de la fe cristiana en el mundo greco-romano. Sus cartas y el texto bíblico de los "Hechos de los apóstoles" nos dan abundantes noticias sobre su vida, su pensamiento y su actividad. Ninguno de los apóstoles tiene una existencia tan documentada como San Pablo. Pablo nació en Tarso, un pueblo de Cilicia (actual Turquía), aproximadamente en el año 10 de la era cristiana. Al inicio fue un perseguidor convencido y encarnizado de la joven Iglesia. Convertido por Cristo, que se le apareció en el camino de Damasco, se transformó en el mensajero más decidido de la fe cristiana. Sus predicaciones lo llevaron a Chipre, Panfilia, Pisidia y Licaonia. La tradición indica que San Pablo murió decapitado aproximadamente en el año 67, en Roma. Las reliquias del Santo mártir de Cristo se veneran hoy en la cripta de la Basílica a él dedicada.
Las puertas
En la liturgia de la Iglesia, la puerta no tiene solamente un valor funcional, sino también simbólico. En el Evangelio, el mismo Cristo se define como la "puerta", a través de la cual se pueden encontrar "fértiles prados", en una clara referencia a la vida que continúa después de la muerte: "Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo, entrará y saldrá y encontrará pasto" (Jn 10,9). Por esta razón las puertas de las iglesias eran y son frecuentemente embellecidas con bajorrelieves, algunos obras de grandes artistas, hermosos desde un punto de vista estético, pero también funcionales para la comprensión del significado de la puerta, en la simbología cristiana. De las tres puertas de la Basílica que dan al vestíbulo, la más antigua y la más importante es la de la derecha, mirando la fachada. Se denomina sencillamente "Puerta Bizantina" por el indiscutible estilo con que está realizada. Originalmente era la puerta central de la Basílica; con la restauración realizada después del incendio del siglo XIX, fue puesta en el año 1967 en la posición actual, a la derecha, para cerrar la Puerta Santa. En los paneles realizados en bronce, se narra comenzando desde arriba la vida de Cristo, desde la Navidad hasta Pentecostés, seguida de las imágenes de los profetas y de los apóstoles. El autor de esta puerta, que se considera una de las más bellas en su género, fue un cierto Teodoro de Constantinopla, que vivió en el siglo XI.
El interior de la Basílicaaltar mayor
La sensación de espacios inmensos y grandiosidad del interior de una de las más grandes basílicas existentes en el mundo, proviene de la disposición simétrica de las 80 columnas de mármol blanco y del reflejo del suelo. La iglesia actual, como la antigua, tiene cinco naves y un suelo que, respecto al primitivo, fue realzado cerca de 90 centímetros. El pavimento se colocó primero en el crucero, utilizando también los hermosos mármoles de lápidas de la antigua Basílica, y después en las naves, alternando baldosas de mármol verde y granito rojo. Esto da a la iglesia una sensación de gran luminosidad. La parte más antigua de la Basílica, si bien retocada y restaurada, es la del ábside y el arco triunfal. A los pies de éste, sobre basamentos de mármol, han sido colocadas las estatuas de San Pedro y San Pablo. En la parte central del rico techo se pueden ver los escudos de los Papas. Debajo, entre las ventanas, flanqueados por falsas columnas con capiteles corintios, se alternan 36 frescos que representan diversos episodios de la vida de San Pablo, encargados por Pío IX en el año 1857.
Los retratos de los Papas
Bajo las ventanas de la nave central y en las naves laterales, realizados en mosaico, están los retratos de los Papas desde San Pedro hasta nuestros días. Es tradición que cuando muere el Papa, se actualicen agregando la imagen del nuevo elegido. La serie de retratos fue iniciada por el papa León Magno (440-461). De aquellas antiguas pinturas al fresco se salvaron sólo 41, que en la actualidad se conservan en el museo de la Basílica. Pío IX en 1847 comenzó la restauración de la serie, esta vez en mosaico en vez de frescos. Para hacer los retratos en mosaico fue necesario hacer modelos al óleo. Los trabajos fueron dirigidos por Felipe Agrícola, director del Estudio Vaticano del Mosaico. Además de un indudable valor de investigación iconográfica, los retratos de los Papas de la Basílica de San Pablo responden a importantes exigencias históricas y teológicas. Sobre todo, por las fechas de los diversos pontificados y la necesidad de hacer evidente la sucesión apostólica desde Pedro hasta el último Papa viviente.
El Mosaico del Arco Triunfal
El mosaico original de la Basílica fue realizado en el siglo XIII por expertos venecianos llamados a Roma por el papa Honorio III. El mosaico actual es una copia fiel de la antigua imagen con algunos fragmentos salvados del incendio del año 1836. En el centro del ábside está Cristo sentado en un trono que se yergue en un prado lleno de flores y animales, entre los Santos Pedro y su hermano Andrés a la izquierda, mientras a la derecha se encuentran Pablo y su antiguo biógrafo, el evangelista Lucas, autor de los "Hechos de los apóstoles". Postrado cerca del pie derecho de Cristo, se reconoce la pequeña figura del papa Honorio III, que lleva una casulla blanca en actitud de adoración. Fue él quien encargó construir el antiguo mosaico. En la parte inferior se aprecia la imagen de la "Hetimasia", es decir, el trono vacío con los instrumentos de la Pasión: la cruz, la corona y los clavos. Más abajo se ven cinco Santos Inocentes y arrodillados, dos personajes históricos del tiempo de Honorio III: el sacristán Adinolfo y el abad Juan Caetani. El mosaico reafirma la importancia central de Jesucristo en el plan de salvación y destaca el testimonio de vida de los apóstoles y de los santos que por Él sacrificaron su propia vida. Puede sorprender la posición de Pedro, el primero de los apóstoles que se encuentra a la izquierda de Cristo, mientras Pablo se encuentra a la derecha, por lo tanto en una posición privilegiada respecto a Pedro. Aparte de que el hecho no es inusual, ya que puede ser documentado con otras representaciones en esculturas de sarcófagos, en este caso la explicación es simple y aceptable, puesto que la Basílica está dedicada al apóstol Pablo. También en la parte inferior del mosaico del arco triunfal, Pedro y Pablo están representados en la misma posición.
El Baldaquino y la Confesión
No obstante las restauraciones y la sustitución de cuatro columnas con las actuales, el Baldaquino es el original de Arnolfo di Cambio. La obra realizada en el año 1285, por encargo del abad Bartolomé, es el testimonio eficaz de un nuevo lenguaje escultórico. Los bajorrelieves representan a Adán y Eva, la ofrenda de Caín y Abel, y al abad Bartolomé que ofrece el tabernáculo a San Pablo: en los nichos laterales se distinguen las figuras de Pedro y Pablo, de Timoteo, discípulo de Pablo y San Benito, el fundador de la orden que lleva su nombre. Los monjes benedictinos, hoy como antiguamente, presiden las celebraciones de la Basílica y habitan en el monasterio que está junto a la misma. Debajo del altar se encuentra la Confesión, el lugar más sagrado de toda la Basílica, el sepulcro del apóstol Pablo. Se puede descender a este lugar mediante una doble escalera. Este sepulcro, como el de San Pedro fue y es la meta de muchos peregrinos, que en la veneración de las reliquias de los apóstoles encuentran motivos para imitar su fe y la valentía de profesarla. Cerca del sepulcro de Pablo se conservan también los restos mortales de Timoteo, que junto a Tito fueron los discípulos predilectos del apóstol. A ellos, Pablo escribió tres cartas en las que les manifiesta un gran afecto, los anima a ser coherentes con el mensaje recibido, los exhorta con consejos que después de dos mil años de historia de la Iglesia, iluminan a todo cristiano.