San Antonio de Padua
Milagros
Después de la muerte de San Francisco, el 3 de Octubre de 1226, Antonio regresó a Italia. Sus pasos los llevaron por Provencia en donde sucedió el siguiente milagro: Fatigado por el viaje, él y su acompañante entraron en la casa de una pobre mujer, quien les ofreció pan y vino. Ella olvidó cerrar la llave del barril, y luego el acompañante del Santo rompió su vaso. Antonio comenzó a orar y repentinamente el vaso estaba entero y el barril lleno de vino nuevamente.
Poco después de su regreso a Italia, Antonio fue electo Ministro Provincial de Emilia, pero para poder dedicar mas tiempo a predicar, renunció a éste cargo en el Capítulo General de Asís el 30 de Mayo de 1230 y se retiró al convento de Padua, que él mismo había fundado. La última Cuaresma en que predicó fue la de 1231; la multitud que llegaba de todas partes para escucharle, frecuentemente alcanzaba los 30,000 y más. Sus últimos sermones fueron dedicados principalmente contra la herejía y la enemistad, y sus esfuerzos fueron coronados con maravillosos éxitos. Sucedieron reconciliaciones permanentes, se reestablecieron la paz y la concordia, fueron liberados deudores y otros prisioneros, llevadas a cabo restituciones y enormes escándalos reparados; de hecho, los sacerdotes de Padua ya no eran suficientes para el número de penitentes, y muchos de éstos declaraban haber sido advertidos por visiones celestiales y enviados a San Antonio, para ser guiados por sus consejos. Otros, después de la muerte del santo, decían que se les había aparecido en sueños, enviándolos a confesarse.
También en Padua sucedió el famosos milagro del pie amputado, el cual los escritores franciscanos atribuyen a San Antonio. Un joven, llamado Leonardo, en un arranque de ira, pateó a su propia madre. Arrepentido, le confesó su falta a San Antonio quien le dijo: "El pie de aquel que patea a su propia madre, merece ser cortado." Leonardo corrió a casa y se cortó el pie. Enterado de esto, San Antonio tomó el miembro amputado del joven y milagrosamente lo reunió al cuerpo.
Debido a los esfuerzos de San Antonio, la Municipalidad de Padua, el 15 de Marzo de 1231, aprobó una ley a favor de deudores que no pudiesen pagar sus deudas. Una copia de ésta ley se conserva en el museo de Padua. Debido a esto y al siguiente incidente, la importancia civil y religiosa del Santo en el siglo trece es perfectamente entendible. En 1230, mientras la guerra era encarnizada en Lombardía, San Antonio se encaminó a Verona a solicitar del feroz Ezzelino la libertad de los prisioneros güelfos. Una leyenda apócrifa relata que el tirano se humilló ante el Santo y le concedió su solicitud. No sucedió así, pero lo que importa, aún si falló en su intento; es que nunca dudó en arriesgar su propia vida por el bien de aquellos oprimidos por la tiranía, y así mostró su amor y simpatía por la gente. Invitado a predicar en el funeral de un usurero, tomó para su sermón las palabras del Evangelio: "Donde está mi tesoro, ahí está mi corazón." Durante el sermón, dijo: "Este hombre rico está muerto y enterrado en el infierno; pero vayan a sus tesoros y ahí encontrarán su corazón." Los parientes y amigos del muerto, guiados por la curiosidad, siguiendo esa instrucción, encontraron el corazón, aún tibio, entre las monedas. Así pues, el triunfo de la carrera misionera de San Antonio se manifiesta no solo en su santidad y sus numerosos milagros, sino también en la popularidad y temática de sus sermones, dado que tuvo que pelear contra los vicios mas obstinados de lujos, avaricia y tiranía.
Al final de la Cuaresma de 1231, Antonio se retiró a Composanpiero, vecino a Padua, donde después de poco tiempo fue afectado por una enfermedad grave. Transferido a Vercelli y fortalecido por la aparición de Nuestro Señor, murió a la edad de treinta y seis años el 13 de Junio de 1231. Había vivido quince años con sus padres, diez como Canónigo Regular de San Agustín y once años en la Orden de Frailes Menores.
Inmediatamente después de su muerte se apareció en Vercelli al Abad, Thomas Gallo, y su muerte también fue anunciada a los habitantes de Padua por un grupo de niños que gritaban: "¡El Padre Santo ha muerto; San Antonio ha muerto!" Gregorio IX, persuadido firmemente de su santidad por los numerosos milagros que había conseguido, lo inscribió a un año de su muerte (en Pentecostés, 30 de Mayo de 1232), en el catálogo de los santos de la Catedral de Espoleto. En la Bula de canonización, declaró que había conocido personalmente al santo, y se sabe que el mismo pontífice, habiendo oído uno de sus sermones en Roma e impactado por su profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras, lo llamó "Arca de la Alianza". La validez de éste título está también mostrada por sus múltiples trabajos: "Expositio in Psalmos", escrito en Montpellier en 1224; los "Sermones de tempore" y los "Sermones de Sanctis", escritos en Padua entre 1229 y 1230.